La ciencia y la búsqueda de la eterna juventud
Por Azahara Mígel | 17-12-2017
María Blasco
Directora Científica del CNIO
En ese prodigioso compendio de mitos que es el tríptico El jardín de las delicias (1500-1505), cumbre de la pintura de El Bosco, aparece representada en la tabla central lo que algunos expertos han identificado como la fuente de la vida. Una leyenda antiquísima -se cree que la primera referencia a la misma se encuentra en los textos de Heródoto hace 2.500 años- que ha atravesado tiempos y culturas como expresión de las ansias de inmortalidad del ser humano, de su temor ante la vejez y la muerte. Leyendas del medievo europeo como la piedra filosofal, lugares mágicos buscados por los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo o las historias acerca del agua de la vida que Alejandro Magno persiguió en sus conquistas dan testimonio de esta búsqueda. Magos, sabios y reyes en China, India o Egipto intentaron dar con el elixir de la juventud.
Los métodos han cambiado y la ciencia ha sustituído (no del todo) a la alquimia. Pero eso no ha detenido esta carrera iniciada miles de años atrás. María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), experta en biología molecular e investigadora de prestigio mundial, lleva décadas estudiando el proceso de envejecimiento de nuestras células. Los avances de Blasco y su equipo en este campo vienen a descubrirnos que hemos pasado mucho tiempo buscando fuera la fuente de la vida, en arriesgados viajes y peligrosos experimentos químicos, hasta darnos cuenta de que en realidad la teníamos en nuestros propios genes desde el nacimiento. Al final de nuestros cromomomas se encuentran unas estructuras denominadas telómeros que son esenciales para la estabilidad del genoma, sin embargo, a pesar de su importancia, cada vez que nuestras células se dividen los telómeros se van desgastando, llevando al mal funcionamiento de los tejidos y órganos y, en última instancia, a la muerte. “El antídoto contra este acortamiento de los telómeros, explica Blasco, es la enzima telomerasa”, que todos producimos pero solo actúa durante el desarrollo embrionario, cuando se determina la longitud de los telómeros. El resto del tiempo permanece silenciada, excepto en un caso: las células cancerígenas (para que haya cáncer las células despiertan la telomerasa). Así pues, esa enfermedad terrible que causa millones y millones de muertes al año en todo el planeta, nos ha enseñado una de las claves esenciales que pueden ayudarnos a ralentizar el envejecimiento.
El equipo de María Blasco está experimentando en animales la forma de introducir de forma vírica en los organismos la enzima de la telomerasa: “Lo que estamos intentando es entender con profundidad cómo funcionan estos mecanismos del envejecimiento para ser capaces de prevenir la aparición de enfermedades”. Blasco cree que en no mucho tiempo seremos capaces de alargar nuestra esperanza de vida gracias a esta previsión, consiguiendo así atajar enfermedades antes de que sea tarde. Hace pocos días, un español, Francisco Núñez Oliveira, se convertía en el hombre más viejo del plantea al cumplir 113 años. Se declaraba entonces “loquísimo y contento de su alma”; tal vez alcanzar su edad -que no su excelente ánimo- no sea tan extraño en un futuro cercano.
Edición: Azahara Mígel | Georghe Cirja
Texto: José L. Álvarez Cedena
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